Faltó la guinda

La Juventus necesitaba ganar sí o sí para mantener las esperanzas de entrar en los octavos de final de la Champions League. El recuerdo del Ali Sami Yen estuvo presente durante todo el día en Turín. Ese día nevó, y los de Conte no pudieron hacerse con la victoria en un partido que quedó para la historia del equipo italiano. Este martes no nevó, pero sí llovía y la pelota rodaba más de lo deseado.
Allegri salió con un 4-3-1-2, con Vidal de mediapunta y Morata de titular. Sí, una defensa de cuatro, algo puesto a prueba muy pocas veces, pero que Massimo -y muchos aficionados- cree que para Europa es fundamental. Sin embargo, la Juve tocaba y tocaba, llegaba al área rival con bastante facilidad y los de Michel defendían en su área pequeña. Los tenían acorralados. Pirlo lanzó una falta como solo él sabe para adelantarse en el marcador, pero poco después Botía volvería a equilibrar el marcador. Al inicio de la segunda parte, los locales comenzaron más agresivos aún, y otra jugada aislada acabaría en gol griego. Tocaba remontar, y media Turín estaba de los nervios. Apareció Llorente, que había salido al campo por Morata, para hacer que Roberto, héroe en el Pireo, se metiese un gol en propia demasiado tonto. Al minuto siguiente, Pogba hizo de las suyas y envió a las mallas un gol que supuso el 3-2 definitivo.
A partir de ese momento, el partido se durmió. Pero quién le iba a decir a Tévez que una internada en el área en el tiempo de descuento provocaría un penalti que podría haber decantado el gol average particular a favor de la Vecchia Signora. Nadie lo esperaba, pero mucho menos que Vidal, un experto lanzador de penaltis, fallase el chut desde los once metros. Si se puede decir que lo falló, porque la parada fue un escándalo.
Sabor agridulce el que se lleva la Juventus. Fue una gran victoria, claro sí, pero ese penalti debió entrar.

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